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Una EPO cómoda y muy cara

Una dosis de NESP mantiene sus efectos durante una semana, pero cuesta unos 1.000 euros en el mercado de Internet

Carlos Arribas

Lo mejor de la NESP (darbepoetina o Aranesp, marca registrada) es su comodidad. La antigua EPO, el producto que revolucionó el concepto de dopaje y marcó el desarrollo de los deportes de resistencia en la década pasada, era buena pero engorrosa. El deportista que la utilizaba debía ir a todas partes con su neverita, sus jeringuillas y, los más precavidos, con su coulter, con la máquina para medir el hematocrito para no pasarse, para no poner en peligro su salud. Para mantener un nivel alto de hemoglobina y hematocrito y, con ello, una capacidad más alta de rendimiento necesitaba una dosis cada dos días. Ello, además, provocaba incertidumbres, cambios súbitos en los niveles hemáticos. Problemas.

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La cuestión empezó a cambiar mediado el año 2000. Cuando aún las autoridades deportivas discutían sobre la mejor forma de instaurar controles de EPO, los grandes laboratorios ya empezaron a lanzar al mercado nuevas EPO, la EPO retard y cosas así. Y en marzo de 2001 llegó la mejor noticia: los laboratorios Amgen habían logrado que las autoridades sanitarias europeas autorizaran la salida al mercado de Aranesp, del NESP, de la nueva EPO. En septiembre, la autorización para el mercado de Estados Unidos. Simultáneamente, la buena nueva y el producto ya corrían por las competiciones.

Al deporte había llegado la EPO cómoda, más controlable por el deportista, más sencilla de utilizar. Un pinchazo a la semana, inluso cada 15 días, y basta. La hemoglobina y el hematocrito, en el nivel deseado ocho días después de la primera administración. Y sin cambios bruscos, sospechosas subidas y bajadas. Adiós al coulter. También, a las bolsas de sueros, de expansores de plasma, a los remedios caseros para bajar el nivel de hematocrito en vísperas de la llegada de los controladores de sangre.

La mejora también se notaba en el ámbito de la lucha contra los análisis antidopaje. Dado que el método de detección en orina sólo es capaz de oler la EPO administrada dos o tres días antes del análisis, a menor necesidad de pinchazos menor posibilidad de positivo.

Pero el nuevo producto tiene una contrapartida, el precio. La NESP es un producto caro porque está producido mediante ingeniería genética, con tecnología de ADN recombinante, fabricado en las células de los ovarios de hámsters chinos hembra. El laboratorio fabricante, Amgen, ha logrado con ella gran parte del mercado blanco, del hospitalario, donde la NESP está sustituyendo a la EPO en el tratamiento de las anemias provocadas por un fallo renal crónico. Pero también con la NESP está empezando a dominar el mercado negro. Aunque las farmacias de medio mundo son cada vez más estrictas y dificultan al máximo la venta de productos prohibidos, aún queda Internet, hay empresas de venta por catálogo. Un vial de Aranesp 200 mcg/ml, la NESP más potente, vale 910 dólares, unos 1.000 euros. Y eso es mercado legal, no negro. La NESP es, por tanto, la EPO de los deportistas ricos. No todos los esquiadores pueden gastarse 600.000 pesetas al mes sólo en un producto.

Pero, si rápida fue la difusión de la NESP en las competiciones, rápida ha sido también, por una vez, la respuesta de las autoridades deportivas, de los encargados de la lucha antidopaje, de la nueva Agencia Mundial Antidopaje (AMA), presidida por el canadiense Dick Pound.

En cuanto tuvieron noticias del lanzamiento de Aranesp hablaron con los dirigentes del laboratorio Amgen para solicitarles la inclusión de un marcador en el producto, una molécula trazadora, una señal que proclamara su presencia en el organismo. Amgen se negó, pero la AMA no cejó. Puso en marcha el proyecto Siab (Science and Industry against Blood Doping, Ciencia e Industria contra el Dopaje de Sangre), con investigadores australianos, franceses, chinos, noruegos y estadounidenses. En su programa, investigación de nuevos métodos de detección y la puesta en marcha del pasaporte hematológico, similar al que ya se estila en ciclismo, donde figuran los parámetros hematológicos de los deportistas durante varios años.

En noviembre pasado, el AMA lanzó la voz de alarma pública. Los medios de Europa se hicieron eco. Reportajes sobre la NESP, sobre la última frontera del dopaje, sobre el nuevo peligro. Expertos italianos exhibieron sus sospechas de que en el Giro pasado, el que cortó la policía con la redada de San Remo, algunos de los corredores, incluido el líder del momento, Dario Frigo, llevaran NESP en sus maletas.

Y en febrero, sólo 11 meses después del lanzamiento del producto, el primer positivo detectado; quizás la mejor noticia de la lucha antidopaje en los últimos años, una buena noticia aunque el deportista controlado haya sido Johann Muehlegg, un español. Por primera vez se queda sin valor el pesimista lema de la lucha antidopaje: 'Los ladrones siempre van más rápido que los policías. Cuando se detecta una sustancia, ya está en el mercado otra mejor'.

Quizás se logre así frenar la difusión de la NESP en el deporte. Ya no tendrá el certificado único de indetectable, la característica que la hacía apetecible, la que justificaba el gasto.

Sin embargo, aún qudan pesimistas. Muchos. Los especialistas ya están recordando que el NESP, en efecto, no es la última frontera del dopaje, ni siquiera la última frontera de la EPO, de los métodos de dopaje sanguíneo. En pruebas, ya a punto de salir al mercado, fabricada por los potentísimos laboratorios Aventis, está la ultimísima generación de la EPO, la conocida como GA-EPO, la eritropoietina activada genéticamente. Y también se habla del RF 1010, una hormona que puede activar la formación de todo tipo de glóbulos.

Los pesimistas también recuerdan que aún no se puede detectar la hormona del crecimiento, quizás la sustancia más extendida por sus capacidades anabolizantes, ni otras sustancias análogas.

Y todavía hay más. Mientras se sigue hablando del posible abuso de perfluorocarbonos y de hemoglobinas sintéticas en el deporte, sustancias terribles, de efectos secundarios incontrolables, en el horizonte aparece, cada vez más cerca, la que quizás sí que sea la última frontera, el dopaje genético, la fabricación de campeones en probetas. Atletas más veloces gracias, simplemente, a un gen inyectado que desarrolla las fribras ultrarrápidas de los músculos, y sólo ésas. Atletas más altos, deportistas más resistentes. Deportistas artificiales.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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