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LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO

ETA encargó a Susper rehacer el aparato de captación para reclutar a nuevos 'legales'

"No ha aprendido la lección", dice la policía tras requisar el ordenador personal del detenido

Jorge A. Rodríguez

Lo que Susper desbarató que él mismo lo rehaga. El actual jefe de los comandos de ETA, Gorka Palacios, había encargado a Ibon Fernández Iradi, Susper, recomponer el subaparato de captación (Arrantza, pesca) de terroristas legales (sin fichar) que la policía había destrozado gracias a los papeles que el ahora detenido dejó a sus espaldas en su huida de 2002. Por ello había enviado en junio una remesa de cartas de captación a jóvenes radicales, con escaso éxito, según fuentes antiterroristas. "Éste no ha aprendido la lección", agregaban ayer tras tener en su poder el ordenador portátil de Susper.

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Susper se reincorporó a la dirección etarra días después de su fuga de la comisaría de Bayona, pero el escalafón ya se había movido y había ascendido a la jefatura de los comandos Gorka Palacios. Según fuentes de la lucha antiterrorista, Palacios había reacogido a Susper como su segundo de a bordo y recientemente le había encargado que rehiciera la estructura de comandos legales, es decir, formado por terroristas nuevos y sin fichar.

El ahora detenido estaba confiado en que los documentos que había dejado en manos de la policía francesa en 2002 no iban a ser descifrados, por lo que tranquilizó a la dirección etarra. Ya en enero pasado envió una carta a la casa del padre de un amigo en la que le relataba la fuga, le decía que se encontraba perfectamente, le pedía que se lo comunicara a su familia y también le pedía que transmitiera tranquilidad a los posibles captados de ETA.

Pero la catarata de detenciones gracias a sus papeles provocó que la banda le encargara a Susper que se hiciera cargo del subaparato de Arrantza (pesca), de la captación, a fin de que él mismo recompusiera lo que había roto. Es por ello que a partir del mes de junio lanzó una andanada de cartas de captación (la policía tiene en su poder al menos una decena), en la que emplazaba a mantener citas en Francia, sobre todo, y en España.

Apenas tuvo éxito. Se concertaron citas en el tanatorio de Iratze (Navarra), en una radio local de Gernika, en un bar de la parte vieja de San Sebastián y en la localidad francesa de Dax. Una de ellas la recibió Regina Maiztegi (detenida ocasionalmente en Sevilla hace dos semanas), pero esta joven rechazó incorporarse a la banda. Pero la insistencia de Susper la llevó a facilitarle datos sobre ertzainas y concejales.

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Incluso una mujer que Susper consideraba ya integrada en la banda (las fuerzas de seguridad omiten su identidad) le dio cuatro nombres de posibles captables, pero rechazó autorreclutarse. "Eso no es formalidad", le contestó el captador, "si ya estás integrada no puedes decidir irte cuanto tú quieras", aseguran las fuentes consultadas que le contestó Susper. "El problema es que, por lo que parece, la gente no se fiaba mucho de él, a pesar de que sabían que estaba de nuevo en la dirección etarra", agregan.

Susper había dividido el subaparato que dirigía y había ordenado a Patxi Abad Urkixo, detenido junto a su jefe, que se encargara de las tareas de captación en las provincias de Álava y Vizcaya. A la otra detenida, la francesa de 22 años Garazi Aldana, le había dado el cometido de fijar citas, actuar de enlace y crear infraestructura, según las fuentes consultadas. En julio, tras enviar la remesa de cartas, habían alquilado la casa de Mont-de-Marsan; Susper dijo que era sociólogo, y Aldana, estudiante de Magisterio.

Pistolas y explosivos

Supuestamente habían concertado citas para las próximas fechas, pero eso se sabrá con más precisión en el caso que pueda abrirse el ordenador portátil de Susper, que ha sido enviado a París. En el registro de la vivienda y de dos garajes que tenían alquilados se han encontrado seis pistolas, detonadores, material electrónico, algunos explosivos, unos pocos documentos en papel, varios discos de ordenador y el portátil de Susper. También ha sido hallado un Renault Clio robado.

La Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía está a la expectativa ante lo que pueda contener el ordenador. La mayoría de los documentos que dejó atrás tras su anterior huida estaban en papel y fueron fácilmente descifrados. Ahora esperan que el ordenador revele la nueva estructura de ETA y vuelva a facilitar detenciones. "Es que parece que no ha aprendido la lección", indicaban fuentes antiterroristas. La que sí la ha aprendido es la policía francesa, que decidió llevar a Susper a la comisaría de Burdeos, más segura que la de Mont-de-Marsan (apenas un par de kilómetros de la casa de las detenciones) para prevenir una ocasional nueva fuga.

Francia le tenía ganas

Las autoridades policiales francesas tenían a Susper entre ceja y ceja. Su fuga de Bayona, que le costó el puesto a tres gendarmes y a un comisario, le situó en el listado de las personas más buscadas de Francia, entre otros motivos porque en noviembre de 2001, un año antes de su primera detención, había dejado malherido a un gendarme al que supuestamente pegó siete tiros cuando le dio el alto cerca de la localidad de Pau.

Cuando fue localizado e identificado en plena calle el martes, los agentes percibieron que adoptaba grandes medidas de seguridad. Se paraba cada dos por tres, se echaba la mano a la cintura (donde llevaba la pistola), volvía sobre sus pasos, aceleraba, paraba... El jueves, cuando no había duda de que se trataba de Susper, se dio la orden de detenerlo en la calle (a partir del ocaso no puede detenerse a nadie en su casa, salvo delito flagrante).

"A por él". Y media docena de agentes franceses especialistas se tiraron sobre él con gran fuerza, una vez que creyeron que echaba la mano hacia su arma. Susper quedó aturdido. Nada más confirmarse que era Ibon Fernández Iradi, el ministro francés del Interior, Nicolás Sarkozy, informó por teléfono a su homólogo español, Ángel Acebes. "Los franceses estaban mucho más contentos que nosotros", según fuentes antiterroristas.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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