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Reportaje:TERCER ANIVERSARIO DEL 11-S

La nueva Al Qaeda

Tres años después del 11-S la red terrorista de Bin Laden se ha atomizado y convertido en un referente de la 'yihad' mundial

José María Irujo

El humo que levantaron los bombarderos norteamericanos en el otoño de 2001 en las montañas de Tora Bora, a 50 kilómetros de Jalababab, durante la operación militar contra el régimen talibán se ha convertido en un símbolo del cambio que se avecinaba en Al Qaeda, una organización terrorista que sólo unos años antes contaba con una oficina de reclutamiento de muyahidin en Nueva York, Makhtab Al Jidamat, en la que se alistaban combatientes de todo el mundo para ayudar al movimiento de resistencia afgano. "Cualquiera podía visitar a Bin Laden en Afganistán", dijo al juez Baltasar Garzón Imad Eddin Barakat, el sirio-español de 40 años, presunto jefe de una célula terrorista, cuando el fiscal Pedro Rubira y él le preguntaron si se había entrevistado con el terrorista saudí.

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La fuga de Bin Laden, presumiblemente a las montañas afganas o a la frontera de Pakistán, y la captura del 70% de sus jefes, acabó con la estructura jerárquica de una organización de la que hasta entonces fluían todas las órdenes. La comisión del 11-S ha demostrado, gracias a los testimonios de los detenidos Jalid Seikh Mohamed y de Ramzi Binalshibh, que el atentado contra las Torres Gemelas fue ordenado por el propio Bin Laden. Desde 1999 hasta semanas antes del 11-S el terrorista saudí estuvo al tanto de casi todos los detalles del ataque terrorista.

Aquel otoño de 2001 algunos pensaron que Al Qaeda estaba herida de muerte: la organización que había formado en el manejo de las armas y explosivos a más de 15.000 muyahidin no sólo había perdido en los combates a Mohamed Atef y a otros importantes lugartenientes, también se quedaba sin Afganistán su mejor refugio. Un territorio en el que pese a las tensiones con los talibanes -el régimen rigorista talibán tenía poco que ver con el wahabismo internacionalista de Bin Laden- vivieron su mejor etapa. Pero aquellos analistas se equivocaron. Desde el 11-S Al Qaeda tiene poco que ver con la organización establecida en Afganistán desde 1996 al 2001. La caída de sus dirigentes provocó su atomización e impidió que Bin Laden dirija y planifique los ataques terrorristas con la misma libertad de movimientos que antes, pero el rebelde saudí no estaba preso de pies y manos.

Jalid Seikh Mohamed, uno de los cerebros del 11-S detenido en marzo de 2003 en Pakistán, confesó que tras la ofensiva norteamericana en Afganistán preparaban un atentado en el aeropuerto londinense de Heathrow. El propio Jalid participó en el diseño del atentado contra la sinagoga de Yerba (Túnez), en abril de 2002. No obstante la capacidad operativa y organizativa de aquella Al Qaeda no es la misma.

Pero esa debilidad se ha visto compensada con creces con algo que a Bin Laden le obsesiona: la internacionalización de la yihad. Una característica que desde hace más de una década se recoge en todos sus vídeos y discursos. La fascinación que provocó el 11-S entre los islamistas radicales de todo el mundo ha convertido a Al Qaeda en una ideología. En un referente para una veintena de grupos terroristas repartidos por el planeta cuyos objetivos son muy similares a los de la vieja Al Qaeda. Son los asociados, un ejército de iluminados que han protagonizado las matanzas en Bali, Arabia Saudi, Casablanca, Turquía, Túnez, Madrid, Chechenia... Y que en muchas ocasiones, no en todas, actuán de forma autónoma mediante sus células locales. Han causado en 36 meses el doble de atentados que en los tres años precedentes.

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Aunque el terreno ya estaba abonado. En 1998 en Peshawar (Pakistán) Bin Laden se reunió con los dirigentes de varios de estos grupos y crearon el Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los Judíos y los Cristianos Asistieron representantes de Indonesia, Filipinas, Egipto, Pakistán e India, entre otros. Entonces difundieron una fetua en el que se declaraba "la obligación de cada musulmán de matar a los americanos y a todos sus aliados, militares y civiles, allí donde fuera posible". Aquel frente, que se responsabilizó en 1998 de los atentados contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, es hoy una realidad inquietante.

Los servicios de inteligencia occidentales aseguran que la vieja Al Qaeda cuenta aún con unos 1.000 miembros, además de los miles de muyahidin formados en Afganistán, Bosnia o Chechenia y que regresaron a sus hogares, muchos de ellos en Europa. La oleada de arrestos en este continente no ha impedido atentados como el 11-M ni impedirá futuras acciones.

Tras el 11-S, Al Qaeda perdió su madriguera afgana, se atomizó y desestructuró pero la invasión de Irak le ha regalado un nuevo escenario para la yihad.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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