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Violencia en Pakistán

La alargada sombra del conflicto afgano

Guillermo Altares

Casi todos los expertos en terrorismo consideran que Osama Bin Laden y lo que queda de la cúpula de Al Qaeda se encuentran refugiados en una de las zonas más peligrosas de Asia, un territorio que parece sacado de El hombre que pudo reinar, de Rudyard Kipling: las zonas tribales de Pakistán.

Se trata de un territorio inmenso, sobre el que las fuerzas de seguridad paquistaníes tienen un control muy reducido. Esta zona comparte con Afganistán algo más que los 2.400 kilómetros de una frontera común, que va desde China y las estribaciones del Himalaya hasta los desiertos de la frontera con Irán: en muchos casos, las tribus son las mismas, con una enorme predominancia de los pastunes a los dos lados de la frontera. La presencia de los talibanes, cada vez más activos en Afganistán, se está convirtiendo también en una pesadilla para el Gobierno paquistaní en las zonas tribales.

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"Al Qaeda y los talibanes han conseguido recrear de una forma muy preocupante el ambiente que existía en Afganistán bajo los talibanes", aseguraba una fuente de los servicios de seguridad de EE UU a la prensa estadounidense. "Y esto incluye el reclutamiento de yihadistas y la financiación y planificación de atentados", agregaba.

La presencia de combatientes extranjeros está provocando en algunos casos problemas con los habitantes -en Waziristán Norte los combates entre las tribus locales y yihadistas, en su mayoría uzbecos, se saldaron hace unos meses con 100 muertos-, pero en la mayoría de los casos se confunden sin problemas con el paisaje, geográfico y humano.

The New York Times publicó recientemente que el presidente Pervez Musharraf había recibido una advertencia de sus servicios de seguridad de que los militantes islámicos y los talibanes se estaban propagando rápidamente por las zonas tribales, y que "si no se tomaba medidas rápidas y decisivas" podrían hacerse fuertes en el resto del país. "La actividad de los talibanes está teniendo serias repercusiones para Pakistán", señalaba el documento de 15 páginas al que tuvo acceso el diario neoyorquino.

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"Los neotalibanes afganos son muy solidarios con sus primos paquistaníes", ha escrito el investigador francés Olivier Guillard, experto en Asia del Instituto francés de Investigaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS), y autor de un libro sobre Musharraf. "Mantienen un contacto muy estrecho, tanto en Pakistán como en la patria de Masud, con la nebulosa terrorista de Al Qaeda. Esta organización es bienvenida en grandes zonas de este país, donde puede movilizar fácilmente a la población", agrega Guillard.

El peligro terrorista en Pakistán no es ni mucho menos nuevo -no se puede olvidar que es el país en el que fue asesinado el periodista Daniel Pearl en 2002-, pero la situación, sobre todo en las zonas tribales, es mucho más preocupante a causa de la creciente violencia en Afganistán. Ayer mismo un atentado suicida en el sur del país contra soldados holandeses mató a 17 civiles, entre ellos 12 escolares. El ataque tuvo lugar en un bazar de la provincia de Uruzgán, una de las más conflictivas. Se habla mucho de la iraquización de Afganistán, por los atentados contra civiles y el aumento de la violencia, pero no se puede olvidar el peligro de la afganización de Pakistán.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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