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La protesta social en Francia

Los estudiantes temen la violencia de los agitadores

Grupos de encapuchados revientan las marchas pacíficas

Antonio Jiménez Barca

La manifestación de París comenzó a las dos de la tarde en la Place d'Italie. Había miles de adolescentes moviéndose en grupos de 10 o 20 como compañías de un ejército, detrás de la pancarta de su instituto, y jóvenes encapuchados, que andaban de aquí para allá, con aspecto amenazante, seguidos de cerca por la policía. Los incidentes de unas horas antes en Nanterre o Lyon auguraban una marcha de final incierto. En Nanterre, por segundo día, grupos de jóvenes se enfrentaron ayer a la policía a pedradas después de haber incendiado varios coches y de haberlos dejado ardiendo en la calle. Las autoridades educativas de Seine-et-Marne, provincia a que pertenece Nanterre, volvieron a recordar ayer que los agitadores no eran estudiantes de instituto.

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En Lyon fue mucho peor: el centro de la ciudad se convirtió en un correcalles entre policías armados de escudos transparentes y porras y jóvenes encapuchados con cascotes. Hubo decenas de coches quemados, escaparates hechos puré a ladrillazos y una decena de tiendas saqueadas. Y más de 70 detenidos. En Saint Denis, en las afueras de París, por la mañana, muchas de las tiendas habían amanecido cerradas, con la cortina de hierro echada, en previsión de incidentes.

Así, se preveía, en París, en la Place d'Italie, una manifestación violenta, o por lo menos susceptible de degenerar. Encima de cubos de basura pintarrajeados, un grupo de jóvenes encapuchados miraba a los manifestantes listos para empezar la protesta. La policía seguía vigilando muy de cera.

A las dos, la marcha arrancó. Los jóvenes estudiantes de instituto o de universidad, detrás de pancartas hechas con cartones y con sábanas, comenzaron a gritar contra Sarkozy. La marea de la protesta crece entre los adolescentes y ya ha prendido en las facultades. De pronto se sucedieron carreras, empujones, gritos: un grupo de jóvenes violentos se enfrentaba a otro en medio de la manifestación. El servicio de orden de los sindicatos, que se encargaba de custodiar a los estudiantes, deshizo la pelea y la marcha volvió a proseguir en una calma tensa. Los líderes sindicales, que desfilaban a la cabeza de la marcha, se enteraron de los disturbios. François Chérèque, secretario general de CFDT, quiso entonces "hacer un llamamiento a la tranquilidad". Y explicó por qué: "Este es un movimiento popular. Y si se vuelve violento, dejará de serlo". Es cierto: en un sondeo publicado el lunes por Le Parisien se aseguraba que el 70% de los franceses apoyaba la protesta.

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La manifestación recobró la confianza en sí misma. Se sucedían las bengalas, los gritos contra Sarkozy, ese lema que triunfa sobre todos: "Sarko, Sarko, si supieras dónde nos metemos tu reforma...". Un tipo marchaba con una pancarta que rezaba: "Trabajar no es vivir, jubilémonos antes". La de otro decía: "Jubilemos a Sarkozy y a sus ministros".

La manifestación desembocó en la Explanada de Los Inválidos, tomada por la policía. Contra todas las previsiones funestas, no pasó nada. La gente (incluidos los miles de jóvenes) se retiró hacia casa. "Claro que no ha pasado nada", decía Julianne Cherton, tesorera de un sindicato de estudiantes. "El Gobierno quiere mostrar las imágenes de agitadores reventando la protesta. Pero esto es un movimiento pacífico y democrático".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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