_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una mala noticia

La decisión de CAM de crear con otras tres cajas una unión de protección, apoyo y defensa mutua (SIP), una figura muy diferente de una fusión, es una mala noticia para el sistema bancario valenciano. Lo es, en primer lugar, porque supone la pérdida de capacidad de decisión sobre aspectos clave de la actividad bancaria de uno de los dos pilares financieros de la economía. El traslado de esta capacidad fuera de la Comunidad Valenciana, en un mundo con información imperfecta y hoy restricción crediticia, no beneficiará a las miles de pequeñas empresas y familias que tiene como clientes.

Y también es una mala noticia porque sus gestores, tras semanas de desconcertante comportamiento haciendo públicas cuantas negociaciones entablaban, parecen querer emular ahora a muchos otros del sector en el empeño de realizar declaraciones inverosímiles. Una actuación que, unida a una imprudente gestión del riesgo previa, se ha llevado por delante una parte de la reputación de nuestro sistema financiero y ha acabado con las cajas de ahorro tal y como las hemos conocido hasta hoy.

Más información
¿Por qué el Banco de España presionaba a la CAM?
La trastienda caliente de la 'fusión fría' de la CAM
El espantajo de Caja Madrid

Los directivos de CAM pueden autoproclamarse líderes de la operación, equiparar el SIP a una fusión para así autoconsiderarse tercera caja de ahorros de España o pretender que los 1.600 millones a pedir al FROB son una sagaz optimización del regalo al sector que se nos pide a los contribuyentes. Pero no debieran obviar la realidad si pretenden no dañar de manera irreversible la reputación de la entidad. Al menos en dos hechos obvios. Primero, que quien lidera el SIP es Cajastur que logra un peso similar al de CAM (40%) con una diferencia actual de tamaño abismal. Las cifras son tediosas pero ilustrativas. CAM tiene unos recursos propios casi el doble de los de Cajastur, un activo total 4,8 veces superior, una inversión crediticia quíntuplo de la de aquella y unos depósitos de la clientela cuádruples (balance público a 31 de enero 2010). Y además el nuevo consejero delegado del mismo, su hombre fuerte, proviene de la caja asturiana. ¿Dónde está pues el liderazgo de la CAM?

Y segundo hecho: si solvencia, mora y viabilidad eran óptimas, como autopublicitaba temerariamente la semana pasada un alto ejecutivo de CAM en Valencia, ¿cómo se justifica acordar un SIP a los pocos días y anunciar acto seguido una solicitud de 1.600 millones al FROB? La tozudez de la realidad siempre se impone. La que sufre es la reputación.

Cuestión distinta es que se haya conseguido el pleonasmo de El Gallo de que lo que no pué ser no pué ser y además es imposible, haciendo inviable un gran grupo financiero valenciano pero con proyección española y europea. Sin duda hoy los costes de tal operación eran enormes, pero también lo eran sus beneficios a largo plazo. La aportación a este fracaso de la prepotencia de muchos de los dirigentes económicos y políticos de la ciudad de Valencia que desconocen las raíces históricas de esta sociedad en la que viven y los rasgos definitorios de su conformación actual ha sido inestimable. Apalancados sobre ella, un grupo bien organizado ha trabajado con ahínco durante muchos años para hacer imposible la unión con Bancaja. No han dudado en fomentar la duplicidad de la red de oficinas, la adquisición de una plataforma informática incompatible, la compra de participaciones industriales que evitaran sinergias o la contratación de informes de elevado coste y dudosa independencia que consideraban inviable la fusión.

Ya al menos desde principios de los noventa, hay informes técnicos concluyendo que el coste económico de la fusión era inasumible. Es lo que explicó con claridad meridiana Luis Berenguer, ayer en el Parlamento Europeo y hoy en la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, en estas páginas en 2000: "Siempre he creído que la fusión entre la CAM y Bancaja era un proyecto disparatado alumbrado por ciertos ambiciosos ejecutivos de Bancaja empeñados en absorber la CAM".

Pero no hay que equivocarse. Este grupo transversal ha podido ser ?y va a seguir siendo? ejecutor de la versión del siglo XXI del Alicantón, o del Sureste, porque lo alienta la soberbia de quienes, acostumbrados a hacer y deshacer a su antojo en la Administración capitalina, por no entender no han entendido ni siquiera cómo funciona la asamblea general de la CAM elegida con el diabólico sistema que establece su reglamento electoral. Así, entre la prepotencia y las torpezas de unos y las ambiciones nada altruistas de otros hemos perdido uno de nuestros dos cimientos financieros. Algo impensable en Euskadi o Cataluña pero también en Andalucía o Galicia. Ahora solo falta que Olivas y Rato pacten otro acuerdo, por supuesto liderado por Bancaja en la misma forma que este lo ha liderado la CAM, para que nos quedemos sin ninguna de los dos cajas, pilares básicos de la financiación de nuestra economía.

Jordi Palafox es catedrático en la Universitat de València y ex vocal del consejo de administración de Bancaja entre 1998 y 2006.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_