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Reportaje:26ª jornada de Liga

El buen brasileño

Robinho se convierte en el mejor jugador del Madrid tras sobrevivir a una limpia

Diego Torres

Entre los preparadores del Madrid circula un estudio sobre la actividad cerebral. Ciertos científicos colocaron electrodos en el cuero cabelludo de individuos infiltrados como polizones en actos sociales que les eran completamente ajenos. Simultáneamente, conectaron electrodos a los cerebros de los concurrentes que sí habían sido invitados a las mismas fiestas. La actividad eléctrica cerebral de los extraños superó en muchos hercios a la de los integrados. La necesidad de aprender códigos nuevos disparó sus ondas electromagnéticas, síntoma de un desgaste mental y físico que en condiciones prolongadas puede causar enfermedades. En el Madrid analizan el estudio en la medida en que el extraño es análogo a cualquier fichaje nuevo. Todos los recién contratados están expuestos a un desgaste físico invisible, mayor cuanto mayor es la diferencia cultural. Robinho de Souza, que llegó a España con 22 años y sufrió diversas agresiones psicológicas, lo sabe bien.

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El tercer gol del Madrid, el sábado en Huelva, es un reflejo de su superación. Corría el minuto 90. Gago le devolvió una pared demasiado atrás, estiró la pierna, atrapó el balón con el talón derecho, se lo acomodó sin alterar su carrera y, en plena efervescencia, en la culminación de un partido que fue como la guerra brava, puso el broche a la velada. Pisó el área y con un toque elegante emboquilló el balón por encima del portero. Todo en un solo gesto. Todo conectado. Todo en un swing.

Aparentemente, Robinho es un hombre totalmente integrado a la disciplina madridista. Sólo para quien observa determinadas liturgias se revelan los resabios de un pasado turbulento. Hay un detalle significativo: nunca celebra los goles con Raúl. Hasta ahora, nunca buscó a Raúl para festejar. Prefirió a los brasileños, a los argentinos, a Diarra o a Guti. El chico no olvida que, cuando llegó al club, en Brasil lo conocían como O Principe. Se ganó el epíteto por sus reminiscencias con Pelé y porque poseía una velocidad y una capacidad prodigiosa para el dribling. Sin embargo, el capitán le decía que tenía que regatear menos. Raúl le sugería concreción. En la fiesta del Madrid, el maestro de ceremonias le exigía que hablara un lenguaje incomprensible. De paso, le invitaba a dejar en un segundo plano los códigos que lo convirtieron en figura.

Ante la magnitud del dilema, Robinho sufrió un caso de estrés. Se atenazó. "Yo no veo que sea para tanto", decía un veterano español del vestuario; "no me parece un crack".

Fue natural que buscara la protección del grupo de Brasil. Se pegó a Luxemburgo, a Roberto Carlos y a Ronaldo. Agredido como se sentía por el sector conservador del vestuario, hizo piña con sus paisanos. Durante dos años vivió peligrosamente. Asistió desolado a la liquidación de cada uno de sus colegas protectores. Primero, el técnico, Luxemburgo, como un padre futbolístico para él. Luego, Ronaldo, su ídolo. Y finalmente, Roberto Carlos, una especie de padrino. Todos cayeron bajo la ofensiva que sucedió a Florentino Pérez. El nuevo presidente, Ramón Calderón; el nuevo técnico, Fabio Capello, y el restituido jefe del vestuario, Raúl, arrasaron con todo aquello que olía a exaltación brasileña. Sólo quedaron los brasileños tímidos. Baptista, a duras penas; Emerson, sólo unos meses, y Marcelo, por pura bisoñez. Las ondas electromagnéticas del cerebro de Robinho debieron calentarle el cráneo en aquellos días. "Me siento solo", se lamentaba. Tenía la certeza de que, si el equipo perdía, él sería el primer acusado.

Ahora, Bernd Schuster, el entrenador vigente, ha decidido que el brasileño es su número uno. Sus dos goles en Huelva ratifican su importancia dentro del equipo. "Es fundamental", dice el alemán, que le estima más que al propio Raúl.

Quique Álvarez pone la <i>plancha</i> a Robben, el sábado pasado.
Quique Álvarez pone la plancha a Robben, el sábado pasado.DIARIO AS

Peligra la temporada para Robben

Arjen Robben será sometido hoy a un examen para determinar si sufre la rotura de los ligamentos del tobillo izquierdo. Los médicos del Madrid tampoco descartan que el extremo holandés padezca una fractura tras la brutal patada que le propinó Quique Álvarez durante el partido frente al Recreativo, en Huelva. En el peor de los casos podría perderse la temporada.El doctor Juan Carlos Hernández, representante de los servicios médicos en la expedición del Madrid, acompañó a Robben por los largos pasillos del aeropuerto de Sevilla tras el partido. El holandés, que ha jugado 12 partidos de Liga, necesitaba ayuda. No le bastaban las muletas. Su expresión era de abatimiento. Parecía un niño desprotegido. Miraba a su alrededor como si todo le resultase extraño, como si los compañeros ya no fuesen los mismos, como si el control de metales hubiese modificado sus protocolos y como si La Saeta, el avión oficial del club, se hubiera transfigurado en nave espacial.Todo cambió para Robben en el momento en que Quique Álvarez se elevó sobre el césped y cayó con los tacos por delante sobre su tibia."La lesión es muy grave", repetían en el entorno del presidente, Ramón Calderón. El doctor Hernández avisó que sufre "un fuerte esguince". El rótulo de la lesión permite cubrir un amplio abanico de dolencias. Pero las conjeturas apuntan a las peores posibles.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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