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Alto el fuego en Oriente Próximo

Israel promete perseguir a Hezbolá

El Gobierno advierte de que responderá con la fuerza a "cualquier acto de terror" desde Líbano

Conforme avanzaba la mañana y dejaban de oírse los estruendos del combate, el norte de Israel parecía desperezarse de una larga pesadilla. En Haifa, el gran puerto del país, donde el mismo domingo cayeron varios misiles Katiusha que causaron cinco heridos, la vida volvía lentamente a la normalidad. En la frontera, oficiales israelíes se reunieron con mandos del Ejército de Líbano y de las tropas de la ONU para preparar el traspaso del control del territorio.

En Jerusalén, mientras tanto, el primer ministro Ehud Olmert acudió a la Knesset (Parlamento) para reconocer que se han "cometido errores" en el modo de conducir la guerra, asegurar que Israel "responderá con la fuerza a cualquier acto de terror" y advertir a Hezbolá que apresará a sus líderes "en cualquier momento y en cualquier lugar". "No vamos a pedir permiso a nadie para destruirlos", dijo.

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Poco después, el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, decía en un discurso televisado que era un "mal momento" para discutir sobre el desarme, y que no quería entrar en el tema porque "sirve al enemigo y no al interés de Líbano". Nasralá añadió: "Estamos ante una victoria histórica y estratégica".

[Estas palabras tuvieron una respuesta inmediata del ministro de Exteriores francés, Philippe Douste-Blazy, que recordó a Nasralá "la obligación" impuesta por la resolución 1701, informa France Presse. El desarme y la retirada de Hezbolá, añadió, son indispensables para el despliegue de la fuerza internacional en el sur de Líbano. También salió al paso el presidente de EE UU, George W. Bush, que aseguró que Hezbolá, a quien acusó de provocar la guerra, era la gran derrotada ante el nuevo equilibrio de poderes que va a prevalecer en la zona. Bush instó a Irán a dejar de apoyar a los grupos armados que tratan de descarrilar la democratización de Líbano e Irak].

Los israelíes han aceptado como una liberación el alto el fuego, pero pese a las bravuconadas verbales del primer ministro, la sensación generalizada es de pesimismo e incertidumbre. A esto se une el temor a que cualquier escaramuza vuelva a desatar la guerra.

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Comercios, bares y oficinas cerrados en la mayoría de las localidades del norte durante toda la campaña bélica volvían a levantar sus cierres metálicos; las carreteras cercanas a la frontera con Líbano, por las que en estos 32 días no circulaban más que vehículos militares, se iban llenando de coches y las calles de los pueblos, antes desiertas, se han cubierto de personas con paquetes y madres con niños que finalmente han podido abandonar los refugios.

En Tarshiha, una localidad habitada principalmente por árabes-israelíes a medio camino entre el este y el oeste de la Alta Galilea, Zaki ha reabierto su pequeña cafetería y en las dos mesas instaladas en la calle, dos vecinos charlan esperando sus bocadillos. La casa de uno de ellos, Mohamed Fuar, de 29 años, resultó dañada por los katiushas de Hezbolá. "En esta guerra no ha habido vencedores; sólo hemos perdido los civiles", señala Fuar.

Hasta dos minutos antes de que dieran las ocho de la mañana se escucharon los cañones de la artillería israelí, que bombardearon toda la noche las posiciones enemigas, aunque con menos intensidad que en los días pasados. El Ejército informó ayer de la muerte de otros nueve soldados en los combates del domingo en el interior de Líbano, lo que eleva a 163 el número de israelíes muertos.

Examinar los errores

"Ha habido errores en el manejo [de la guerra] y prometo que examinaremos todo lo que necesita examinarse", dijo el primer ministro a los diputados. "No vamos a hundirnos en críticas y culpas. No podemos darnos ese lujo. Debemos asegurar que la próxima vez -y habrá una próxima- se hará todo mejor", añadió.

Pese a la tensión existente en el ambiente, el alto el fuego se respetó, aunque hubo dos pequeños incidentes, en el primero de los cuales los soldados israelíes abrieron fuego para repeler un ataque de Hezbolá. El ministro de Defensa, el socialista Amir Peretz, confirmó anoche a su grupo parlamentario que la tregua se había respetado y le informó de que el Gobierno negocia con la fuerza de interposición de la ONU (FINUL) la devolución del territorio. "Israel no tiene intención de permanecer en el barrizal de Líbano", señaló.

Firmado el alto el fuego, el Ejército quiere salir cuanto antes del vecino país, donde aún permanecen decenas de miles de soldados, porque son muchas las posibilidades de que una provocación incontrolada desate un conflicto de muchas mayores proporciones. Un grupo de oficiales se reunió ayer con oficiales del Ejército libanés y de la FINUL para estudiar el traspaso del control del sur de Líbano.

"No confío en ellos [los guerrilleros de Hezbolá] y no creo que vayan a respetar la tregua", señala el paracaidista Tal Barhad, de 26 años, herido el pasado miércoles. Barhad, que estudia informática, se recupera de sus heridas en el hospital Rambam de Haifa, donde están ingresados otros 69 militares israelíes evacuados de Líbano. Su unidad fue atacada por tres misiles antitanque. Nueve de sus compañeros resultaron muertos. "Si definitivamente acaba la guerra será bueno, aunque no hemos logrado lo que queríamos. Ni hemos rescatado a los dos soldados secuestrados, ni hemos frenado a Hezbolá", lamenta Barhad. A la espera de que vuelvan a operarle la pierna derecha, añade sin querer criticar al Gobierno: "Odio pensar que fui herido para nada".

Soldados israelíes sostienen una bandera libanesa (izquierda) y otra de Hezbolá al retirarse del sur de Líbano.
Soldados israelíes sostienen una bandera libanesa (izquierda) y otra de Hezbolá al retirarse del sur de Líbano.EFE

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