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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Votar en plena crisis

La participación será clave en Galicia y las alianzas poselectorales en el País Vasco

Las campañas para las elecciones en Galicia y en el País Vasco del 1 de marzo se iniciaron ayer bajo el signo de la incertidumbre: en ambos casos la situación está muy abierta, lo que hace pensar que la campaña será más decisiva que otras veces. Y en las dos campañas se pondrá a prueba por primera vez el efecto electoral de la fuerte crisis económica.

Los sondeos indican que la coalición entre socialistas y nacionalistas del BNG está en condiciones de repetir mayoría, pese a que el PP conservará con toda probabilidad la primera plaza. Que se confirme o no ese resultado depende en buena medida de que se mantenga un nivel de participación alto, como lo fue el de hace cuatro años, precisamente por la expectativa de cambio tras 16 años de Gobiernos presididos por Fraga. Y ello depende a su vez de la capacidad de movilización que demuestren socialistas y nacionalistas en las zonas urbanas. El PP ha perdido fuerza en ellas, hasta el punto de que no gobierna en ningún Ayuntamiento de más de 30.000 habitantes.

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La crisis y el paro han frenado la progresión de los socialistas, claramente reflejada en las generales de 2008: entonces funcionó el efecto Zapatero, pero está por ver si la campaña es capaz de reactivarlo. También está por ver hasta qué punto influirá en los resultados la otra crisis: la del PP, con alguna ramificación gallega.

En el País Vasco, y con independencia de qué partido ocupe la primera plaza, los resultados parecen augurar el fin del ciclo soberanista iniciado hace una década con el Pacto de Lizarra, y que coincide con el periodo de presidencia de Ibarretxe. Planteado inicialmente como vía para hacer desistir a ETA, el fracaso de ese propósito no hizo renunciar a Ibarretxe de sucesivos ensayos de mantenerlo como bandera de unidad nacionalista. Ello llevó a la política vasca a callejones sin salida y al PNV a perder apoyos y aumentar su dependencia de los aliados.

Ello ha sido determinante en el aparcamiento del discurso soberanista de Ibarretxe y el paso a primer plano del discurso de la buena gestión económica, en contraste con la de los socialistas en el conjunto de España. Pero ese discurso ha perdido credibilidad con los últimos datos de la economía vasca. Por otro lado, ese cambio de registro apenas ha afectado a la popularidad de Ibarretxe, que sigue siendo el candidato más valorado, incluso por el sector del electorado nacionalista partidario de una alianza con el PSE.

En todo caso, la tendencia general es hacia una vuelta al autonomismo clásico, favorecida por el distanciamiento de EA, que ha desistido de ir en coalición con el PNV. Esa tendencia puede tener diversas expresiones según cuál sea el partido con más escaños, PNV o PSE. Pero si se mantiene el equilibrio que auguran las encuestas, la hora de la verdad no sonará el 1 de marzo, sino semanas después: cuando culminen las negociaciones entre partidos para conformar mayorías viables para los próximos cuatro años.

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