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Absuelta una presunta adúltera en Zaragoza

A mediodía de ayer, y por falta de pruebas ha sido dictada sentencia absolutoria a favor de doña María Inmaculada Benito, tras la vista que por presunto adulterio, se celebró el pasado día 6 en la Audiencia de Zaragoza. Se pedían para la procesada cinco años de prisión y una multa de 50.000 pesetas.

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Versión de la defensora

Ante la ausencia de pruebas contundentes que confirmen las tesis de la acusación, el tribunal, que el pasado día 6 acusó a una joven zaragozana y a su acompañante masculino como presuntamente implicados en un delito de adulterio, dictó en la mañana de ayer, sentencia por la que se absuelve totalmente a los dos procesados.Según han confirmado fuentes próximas a la defensa -puesto que el juicio se celebró a puerta cerrada-, la acusación privada trató de demostrar a lo largo de su intervención, que había habido indicios de adulterio en los acusados, con motivo de un viaje temporal a Canarias. La defensa, por su parte, argumentó a lo largo de las tres horas que duró la vista del caso en la Audiencia Territorial, que, en efecto, los acusados habían viajado juntos a Canarias, pero con conocimiento del marido y, que además, faltaban las más mínimas pruebas de que todas las condiciones que deberían haberse cumplido para que se pudiese concluir en un delito de adulterio, no eran en absoluto demostrables. Como ya informamos en su momento, la acusación privada -puesto que el ministerio fiscal no interviene en asuntos de esta naturaleza- pedía para la acusada, María Inmaculada Benito, de veintidós años de edad, casi la pena máxima contemplada en la actual legislación: cinco años de prisión menor y 50.000 pesetas de sanción.

Los hechos

El matrimonio compuesto por María Inmaculada Benito y Carmelo Caneiro se celebró en mayo de 1973, en condiciones, según algunas informaciones, que no auguraban una duradera estabilidad conyugal. En medio de un ambiente enrarecido, en febrero de 1975, y con conocimiento del esposo, aunque no con su autorización, María Inmaculada realizó un viaje al archipiélago canario en compañía de un amigo común. A su regreso, ella requirió ver a su hijo, que había quedado en el domicilio paterno y se le negó la petición. A la vista de ello, los esposos firmaron poco más tarde, capitulaciones matrimoniales, por las que el hijo quedaba bajo la custodia materna, si bien se permitía al padre visitar periódicamente al niño.

El revuelo

Nada más conocerse, aquí, la noticia de la querella, y faltando escasos días para la celebración del juicio, en distintos círculos judiciales y feministas de la ciudad, se procedió a la redacción de una carta al ministro de Justicia en la que, tomando el caso particular como exponente de una situación judicial, claramente discriminatoria para la mujer en materia de relaciones matrimoniales, se pedía abiertamente el sometimiento a revisión de todo el marco legal vigente que «mientras admite como normal las relaciones extraconyugales esporádicas, en el hombre, ,por el mismo hecho, castiga severísimamene a la mujer con una pena que puede llegar hasta los seis años de prisión". La carta recordaba que a lo largo del año 1975, el Tribunal Supremo conoció en casación 17 casos de este tipo. La carta corrió de mano en mano y a la hora de remitirla al Ministerio de Justicia había sido suscrita ya por unas 1.100 personas de toda España, incluido el decano del Colegio de Abogados de Zaragoza. En los tres días escasos que han mediado entré el juicio y la sentencia, buena parte de la prensa nacional se ha hecho eco de la atención levantada en torno al asunto.

El mismo día del juicio, más de un centenar de personas -casi todas ellas miembros de la Asociación Democrática de Mujeres Aragonesas, promotora de la carta- se agolpaban en los pasillos de la Audiencia Territorial montando guardia a la puerta de la sala donde se celebraba el juicio. Horas antes, se había hablado de alguna acción de protesta concreta (una sentada o una manifestación por los alrededores) pero no hubo incidentes, si bien la dotación de la Policía Armada que monta guardia en el edificio estuvo vigilante a lo largo de las tres horas de duración de la vista. La prensa de la tarde recogía la noticia del acto y unas declaraciones del marido, quien afirmaba tajantemente que el asunto se había politizado demasiado y que él mismo daría su versión de los hechos a la publicidad una vez que el caso hubiese quedado cerrado.

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