_
_
_
_
_
Crónica:Final de la Copa de la UEFA | FÚTBOL
Crónica
Texto informativo con interpretación

'¡Cuánto lo siento por esta gente!'

La desgracia se ceba en Geli, que con su autogol representó toda la tristeza de la derrota

"¡Qué impotencia¡". Geli, acostumbrado al éxito y al fracaso, enfilaba en el Westfalenstadio de Dortmund el paseíllo más triste de su historia futbolística, maldiciendo que la ruleta de la fortuna se aliara con el enemigo: "Teníamos unas ganas tremendas, pero hoy era su día, cuánto lo siento por la gente que ha venido hasta aquí, ha sido un golpe muy duro".

Con su medalla de subcampeón de la Copa de la UEFA se dirigía al túnel de vestuarios cabizbajo y lento, ausente, solitario. Antes se había derrumbado en el área pequeña cuando vio el balón dentro de su portería por culpa de su coronilla. Allí reposó unos minutos, con los ojos cerrados, mirando después al cielo oscuro, más negro que nunca. Más tarde llegaron los demás.

Más información
Víctima de la sobreactuación
El Alavés cae repleto de gloria
'El equipo más pequeño ha hecho una final grande'
El símbolo entrañable
Nadie caminó solo

Primero Karmona, el gran capitán curtido en mil batallas, el único que lloró en San mamés cuando el Athletic les privó de la participación en la Liga de Campeones. Él, que inusualmente había sido expulsado minutos antes, también se había derrumbado con el gol, pero se rehízo tras unos segundos de rabia y meditación. Abrazó a Geli y es fácil presuponer el espíritu de sus palabras. Karmona es el líder moral de este equipo y no suele faltar a ninguna cita anímica. Después llegó Desio, el otro hombre con experiencia acumulada -el que más partidos ha jugado en Primera de toda la plantilla- y la cabeza fría.

Se abrazó a Geli y no lo soltó en un minuto interminable. "En este vestuario nos consolamos todos a todos", decía el gerundés cuando ni siquiera la ducha le había encajado el rostro.

Mientras el Liverpool comenzaba su vuelta al campo, exhibiendo una Copa que había pasado por la cabeza del jugador catalán antes y durante el encuentro. Toda una manifestación sentimental circulaba por el ambiente. Curiosamente, la megafonía propagaba una canción conocida en Vitoria. Allí a la música se le ha puesto una letra ad hoc: "Adiós a Segunda B", reza el estribillo, en recuerdo no lejano de aquellos años humildes del Alavés. Ayer sonaba en la final ante un rival gigantesco. Un contrario que levantaba su última Copa de Europa dos años antes de que en 1986 el Alavés fuera descendido a Tercera por las deudas.

Geli seguía cabizbajo, como si se negara a reconocer lo ocurrido, como si un instante hubiera borrado de un plumazo toda su trayectoria y la de su equipo, que acababa de escribir en Alemania y ante el Liverpool la página más brillante de su historia.

Pero el gol no se le quitaba de la cabeza: nueve jugadores contra todo el Liverpool, un saque de esquina, balón cerrado al barullo el área pequeña y un desvío leve del balón, pero suficiente para alcanzar la red. "Teníamos dos jugadores menos y no acertábamos a marcarlos a todos, yo intenté que uno de ellos no rematara... ha sido un golpe muy duro", apuntaba Geli con la barbilla pegándole en la nuez. La tormenta, la decepción, la peor forma de perder, la más ingrata en una final, la más injusta tras un empate a cuatro goles. La primera final entre clubes que se decide con el maldito gol de oro.

Geli había completado un buen partido: firme defensivamente y muy inteligente en ataque. Y eso que en su costado habitaba Gerrard, la joven promesa del Liverpool, un tanto desapercibido salvo al principio.

Pero llegó el gol y el sueño del Alavés se convirtió en la pesadilla de un jugador caracterizado por su sensatez y su fortaleza mental, que una hora después del mal trago acertaba a encontrar un consuelo: "Alguien al llegar al vestuario ha dicho que cuando pase el tiempo miraremos atrás y nos daremos cuenta de que hemos hecho grande al Alavés".

Él también ha vuelto a ser grande en Vitoria, donde ha resucitado tras un despido sin contemplaciones en el Betis, adjudicándole una lesión inexistente. Un jugador que ha encajado de tal forma en la capital alavesa que hasta su mujer, Inma, se presentó en el Aeropuerto de Foronda con los niños pequeños en brazos, en pijama y a varios grados bajo cero el día que llegó el equipo a las cinco de la madrugada camino de Milán, donde había pulverizado al Inter.

¿Es el peor día de tu vida deportiva? "Hum.., bueno no, tenemos que estar muy orgullosos de lo que hemos hecho, hemos contribuido a una final impresionante, de las que vive todo el mundo, que en el campo la hemos vivido a lo grande y ha tenido todo aquello que pide el público. Pero hoy era su día. ¡Qué impotencia¡".

Téllez se lamenta tras el partido.
Téllez se lamenta tras el partido.MABEL GARCÍA

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_