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Zafarrancho de combate de la Alianza en Taloqán

La oposición lanza una ofensiva en la zona fronteriza con Tayikistán para controlar todo el norte de Afganistán

Guillermo Altares

Los comandantes aseguraban desde hace días que la ofensiva era inminente, pero ayer por la mañana el frente parecía tranquilo con un puñado de soldados perezosos defendiendo sus posiciones a pocos kilómetros de Taloqán, la antigua capital de la Alianza del Norte, que perdió hace un año tras un ataque talibán. De vez en cuando lanzaban un cañonazo con un viejo tanque soviético hacia las posiciones del enemigo, sin que se produjese ninguna respuesta.

Pero por la tarde las cosas habían cambiado por completo: cientos de muyahidin se dirigían hacia al frente, donde se habían colocado lanzamisiles con un alcance de 21 kilómetros, que estaban siendo utilizados poco antes del anochecer, ante un grupo de afganos curiosos que miraban fascinados cómo el proyectil se perdía en el horizonte y los dejaba cubiertos por una humareda de polvo.

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Aviones de reconocimiento estadounidenses hacían misiones sobre el terreno, seguramente para apoyar la ofensiva desde el aire. Y, por la noche, el ataque comenzó. Desde el pueblo de Farjar, situado a sólo 50 kilómetros de las posiciones de los talibanes, se podían escuchar lejanos y persistentes disparos de artillería que hacían retumbar las montañas que rodean la zona, mientras el cielo se iluminaba de vez en cuando con la estela de las balas trazadoras. Incluso se podían escuchar ráfagas de ametralladora.

Camiones cargados hasta los topes de guerrilleros se dirigían hacia el frente e iban realmente equipados: granadas antitanque, lanzagranadas, además de sus inseparables kaláshnikov. Por la mañana, las unidades de élite del general Daud, que manda en esta región, se probaban sus modernos uniformes negros, mucho más preparados para el frío que sus habituales camisas largas, pantalones bombachos, chalecos militares y zapatillas de deporte destrozadas.

Todos los signos indicaban que la ofensiva sobre Taloqán iba en serio, aunque los muyahidin consultados se negaban a confirmarlo. Inshalá (Ojalá), se limitaban a responder cuando eran preguntados sobre si iba a caer esta ciudad, de unos 25.000 habitantes y cuya toma por parte de la Alianza representaría, después de la victoria de Mazar-i-Sharif, un empuje fundamental en el camino hacia el control de todo el norte del país y, naturalmente, para la toma de Kabul.

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'La ofensiva quizás sea esta noche. En cuanto recibamos la orden, la llevaremos a cabo, porque estamos totalmente preparados', había asegurado por la mañana a este periódico el general Daud. En el frente, sus soldados se mostraban entusiasmados ante la posibilidad de que la ofensiva estuviese cercana. Desde sus camiones, los muyahidin saludaban mientras salían del pueblo hacia el combate, que tiene lugar en unas montañas que anuncian el macizo del Hindú Kush, que se puede contemplar, nevado y majestuoso, a lo lejos.

Paisaje para una guerra

Es el último escenario en el que alguien podría imaginar una guerra: pueblos de adobe pegados a las faldas de las montañas, con campesinos desplazándose en burro hacia ninguna parte en medio de terrazas en las que no hay casi nada plantado. Sin embargo, los combates no han parado aquí desde hace años y han tenido especial intensidad en los últimos meses. Aquí es donde la Alianza del Norte sufrió su última derrota frente al régimen de Kabul y no es algo que se olvide fácilmente.

De todos modos, el éxito inmediato de una ofensiva no parece fácil. Según Daud, los talibanes tienen en Taloqán entre 15.000 y 20.000 guerrilleros, muchos de ellos los temidos chechenos y paquistaníes. Claro que, después de la rápida caída de Mazar-i-Sharif, la fiereza de estas tropas está por demostrar. 'Taloqán caerá y caerá pronto', dijo anoche uno de los asistentes de Daud, un muchacho de 25 años que tuvo que abandonar esta ciudad cuando fue tomada por los talibanes.

La forma de entrar en Taloqán es a través de un valle, en el que hay un pueblo abandonado por sus habitantes situado en tierra de nadie. Marchar por allí no sería difícil, pero existe un pequeño problema: los talibanes están colocados en el tramo final de colinas que rodean el valle. Tras contemplar esta situación, uno de los jefes de una posición en el frente dio una lección de estrategia a los periodistas. 'Cuando ataquemos, atacaremos por ahí y venceremos al enemigo', señaló.

'¡Mazar, Mazar!'

Los disparos empezaron a las seis de la mañana en Farjar, una localidad crucial en el frente de Taloqán. Luego las ráfagas de Kaláshnikov se intensificaron e incluso pudieron escucharse algunos morterazos durante casi 30 minutos. ¿Una ofensiva? ¿Un contraataque talibán? No, simplemente se trataba de la forma afgana de celebrar la caída de Mazar-i-Sharif. Disparar al aire con todo lo que se tenga a mano, sin importar el calibre, la intensidad del fuego o la temprana hora, es la mejor forma de mostrar la alegría por un acontecimiento especial. Ayer todos estaban muy contentos. En el mercado de Farjar no se hablaba de otra cosa y, cuando un extranjero se acercaba a cualquiera de los puestos, los vecinos gritaban '¡Mazar, Mazar, Mazar!', mostrando el pulgar hacia arriba.

Dos soldados de la Alianza del Norte se protegen mientras otro dispara un cañón de fabricación soviética contra posiciones talibanes en el norte de Afganistán.
Dos soldados de la Alianza del Norte se protegen mientras otro dispara un cañón de fabricación soviética contra posiciones talibanes en el norte de Afganistán.AP

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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