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Dostum, de ladrón de alfombras a conquistador de Mazar-i-Sharif

Ángeles Espinosa

Ganó sus estrellas luchando al lado del Ejército soviético, pero desde entonces este afgano ha jugado numerosas cartas. Todo por la supervivencia, una técnica que aprendió de joven cuando de obrero anónimo en un campo de gas soviético pasó a convertirse en dirigente sindical sabiendo apenas leer y escribir. Hoy, a sus 47 años, Abdul Rashid Dostum ha reconquistado Mazar-i-Sharif, su ciudad y su feudo, el lugar donde se ganó el apodo de nuevo Tamerlán, en referencia al tirano mongol que en el siglo XIV conquistó Afganistán y estableció un imperio de Siria a China.

Dostum ha vuelto a la ciudad desde la que llegó a controlar un pequeño mini-Estado que abarcaba la seis provincias norteñas de Afganistán. Durante casi cuatro años, entre finales de 1994 y 1998, este general de la minoría uzbeka tuvo bajo su jurisdicción a cinco millones de afganos. Aunque gobernó con puño de hierro, logró una relativa prosperidad gracias al comercio con Uzbekistán, su protector. No sólo funcionaban la Universidad y el aeropuerto, sino que llegó a imprimir su propia moneda.

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Originario de la provincia de Jowzjan, Dostum es uno de los señores de la guerra que más veces ha cambiado de bando durante las dos décadas de conflicto que han destruido Afganistán. Este antiguo sindicalista se formó militarmente en la URSS, cuya presencia en Afganistán defendió inicialmente contra los muyahidin. La condecoración como Héroe de la República de Afganistán no le impidió olvidarse de sus antiguos protectores cuando en 1992 cayó el régimen prosoviético de Mohamed Najibullah.

La alianza con su enemigo, el ahora fallecido Ahmed Shah Masud, fue breve. En 1994, al no poder alcanzar las cotas de poder a las que aspiraba en Kabul, se asoció con el islamista radical Gulbuddin Hekmatyar, un señor de la guerra pastún que hoy apoya a los talibanes. Unidos por la conveniencia, ambos se enfrentaron a Masud en una guerra civil que destruyó la capital y aterrorizó a sus habitantes. Fue en esa época cuando Dostum y su milicia se ganaron el apodo de ladrones de alfombras por el pillaje al que sometieron a la ciudad.

Tras fracasar en la toma de Kabul se replegó al Norte, donde estableció su mini-Estado. Dostumlandia parecía una isla de paz frente al resto de Afganistán, sumido en la guerra civil. En sus años dorados (1995-1997) era uno de los pocos lugares del país donde las mujeres podían estudiar y trabajar, con o sin burka, y el propio general no ocultaba que le gustaba tomarse un whisky de vez en cuando.

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Pero sus sueños feudales se vieron interrumpidos en mayo de 1997, cuando los talibanes compraron la lealtad de otro señor de la guerra uzbeko, Abdul Malik, que les ayudó a capturar Mazar-i-Sharif. Dostum se exilió en Turquía, pero Malik no se conformó con un papel de segundón y desalojó a los enturbantados de la ciudad. Para octubre, el general estaba de vuelta y se aliaba de nuevo con Masud, lo que le convirtió en la segunda fuerza de la recién creada Alianza del Norte.

Enseguida la traición, de la que él ha hecho un arte, volvió a jugarle una mala pasada. Sus propios generales abrieron paso en 1998 a los estudiantes islámicos. Desde entonces, Dostum había jurado volver a Mazar-i-Sharif.Ahora está dispuesto a quedarse y participar en el reparto de poder de un Afganistán postalibán.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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