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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO | Operación 'Libertad Duradera'

Los talibanes se repliegan hacia Kabul ante el avance de la Alianza del Norte

La oposición al régimen integrista rompe en unos días frentes estancados desde hace cuatro años

Guillermo Altares

"Alá es grande, Alá es grande", gritaban anoche cientos de soldados de la Alianza del Norte en las calles de Taloqán, una de las ciudades del norte de Afganistán tomadas ayer a los talibanes. "Hemos tomado Taloqán sin disparar un tiro, pero después de dos días de intensos combates con los talibanes en los alrededores de la ciudad", señaló a este diario el general Daud, que dirige las operaciones militares de la Alianza en esta zona.

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"Alá es grande, Alá es grande", gritaban anoche cientos de soldados de la Alianza del Norte en las calles de Taloqán, una de las ciudades del norte de Afganistán tomadas ayer a los talibanes. "Hemos tomado Taloqán sin disparar un tiro, pero después de dos días de intensos combates con los talibanes en los alrededores de la ciudad", señaló a este diario el general Daud, que dirige las operaciones militares de la Alianza en esta zona. Antigua capital de la Alianza del Norte, Taloqán tiene una gran importancia simbólica para todas las facciones que luchan contra los talibanes.

Con casi 30.000 habitantes, Taloqán se convirtió ayer en un testimonio más del incontenible avance de la Alianza del Norte durante el pasado fin de semana. Desde el viernes, las tropas antitalibanes han conquistado la estratégica ciudad de Mazar-i-Sharif, han avanzado hacia el oeste hasta los alrededores de Herat y hacia el sur hasta la provincia de Bamiyán. Estas victorias han permitido a la Alianza unir geográficamente los territorios que controla en el norte del país y preparar el asalto de Kabul, la capital. Pero este avance preocupa a Estados Unidos y Pakistán, que no desean de ningún modo que las tropas de la Alianza del Norte ocupen Kabul antes de que se haya formado un Gobierno de amplia base étnica y auspiciado por la ONU. El presidente estadounidense, George Bush, dijo ayer, rotundo: 'No quiero que la Alianza del Norte entre todavía en la capital'.

Pero el avance parece imparable y anoche las afueras de Taloqán estaban salpicadas de tanques abandonados por los talibanes, mientras columnas de soldados de la Alianza marchaban en una noche de un frío gélido hacia la ciudad recién tomada, junto a escarpadas montañas. 'Los talibanes se han retirado, pero los vamos a perseguir', decía el general Daud.

Hace muchos años que en Afganistán no hay ningún país, sólo una guerra interminable, y ese conflicto se ha intensificado en los últimos días en todo el norte del país. La toma de Mazar-i-Sharif ha animado a la Alianza del Norte a lanzar una ofensiva general hacia el oeste, el sur y el este para intentar arrinconar a los talibanes en torno a Kabul.

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La eficacia de la Alianza y la retirada de los talibanes sin que se hayan producido combates preocupan a Estados Unidos y a Pakistán, que han pedido a la Alianza que no tome Kabul hasta que se haya producido un acuerdo político entre las diferentes fuerzas que componen la oposición.

Diferentes portavoces de la oposición antitalibán anunciaron ayer que habían tomado Pulaj-i-Jumri, un importante nudo de carreteras que despeja el camino hacia Kabul, y que habían avanzado decenas de kilómetros cerca de Baglhan y Konduz, lo que permitiría unir todo el territorio que controlan en el noreste del país.

Además, las fuerzas shiíes de los hazaras, que forman parte de la Alianza del Norte, habrían conseguido avanzar en el oeste del país hacia la histórica ciudad de Herat, cerca de la frontera con Irán, y en el centro, hacia Bamiyán, la localidad que albergaba los Budas gigantes que fueron destruidos por los talibanes hace unos meses. En el frente de la frontera con Tayikistán, vital para la entrada de mercancías en el país y que estaba en parte controlado por los talibanes, también se han producido avances.

Cientos de soldados de la Alianza del Norte, respaldados por tanques y fuego de artillería, se desplegaron ayer en los alrededores del estratégico aeropuerto de Bagram y preparaban un asalto. Este aeródromo no puede ser utilizado por la oposición al estar rodeado por talibanes.

En otras palabras, la Alianza del Norte está consiguiendo progresos en todos los frentes que llevaban meses sin actividad bélica, mientras que los talibanes se están replegando hacia el sur, a la zona de mayoría pastún donde tienen su capital espiritual, Kandahar. En las regiones donde los tayikos o los uzbekos son mayoritarios, los talibanes saben que mantener sus líneas resulta un propósito mucho más difícil.

'No tenemos prisa. Llevo toda la vida luchando', respondió un soldado cuando fue preguntado por la mañana sobre la caída de Taloqán. Otro dijo: '¡Caerá hoy, inshalá [ojalá]!'. Sus deseos se cumplieron. Por la noche pudieron escucharse constantes disparos al aire, durante casi una hora, en la localidad de Farjar, la retaguardia de este frente, donde tiene su cuartel de mando el general Daud, que dirige las operaciones. Esta localidad está llena de personas que vinieron de Taloqán hace un año, y la mayoría de los guerrilleros que han logrado la victoria salieron de aquí.

Durante todo el día, camiones cargados de muyahidin armados hasta los dientes partían hacia el frente para preparar la gran ofensiva nocturna; pero los combates no fueron intensos como la noche anterior. Los talibanes se replegaron de la ciudad sin apenas presentar oposición, según confirmaron varios soldados en la retaguardia, informados por radio de lo que estaba ocurriendo en el frente.

Esta ofensiva se produce antes de dos momentos cruciales en Afganistán. Uno es el inicio del Ramadán, el mes sagrado de los musulmanes, que comienza en torno al día 17, y otro es la llegada del invierno, que pronto puede bloquear completamente el norte del país hasta que llegue la primavera, a principios de abril. Luchar con varios metros de nieve, con la llegada de suministros limitada a los helicópteros y con inmensas dificultades para trasladar a los heridos es duro incluso para los curtidos muyahidin.

En la ofensiva del pasado sábado sobre las posiciones talibanes en torno a Taloqán, Mohamed Nodir, un muchacho de unos 25 años, murió de un balazo en la cabeza durante el asalto sobre las trincheras. Su cuerpo estaba siendo embalsamado por sus compañeros en el hospital de Farjar, en la retaguardia. Otro muyahidin había pisado una mina cuando se lanzaba sobre las trincheras y había perdido un pie. Tardó seis horas en ser trasladado hasta el hospital de Farjar. Pero incluso estos guerrilleros temen al invierno afgano. Por eso es tan importante que la ofensiva se consolide antes de que las grandes nevadas, que ahora cubren los picos del macizo del Hindú Kush, bajen hasta las colinas y las planicies.

Un combatiente de la Alianza del Norte dispara un mortero contra posiciones talibanes en la provincia de Takhar.
Un combatiente de la Alianza del Norte dispara un mortero contra posiciones talibanes en la provincia de Takhar.AP

'Si hay vacío, entraremos'

Los comandantes de la Alianza prefieren dejar la política a los políticos y, salvo raras excepciones, no se meten en las cosas de Gobierno, sólo en los asuntos militares. Por eso ha sido el ministro de Exteriores de la Alianza del Norte, Abdulá Abdulá, el que ha respondido a la petición del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y ha pedido a la oposición que no tome Kabul hasta que se haya producido un acuerdo político entre las diferentes fuerzas que componen este variopinto grupo. 'Preferiríamos conseguir un acuerdo político entre todas las facciones antes de entrar en Kabul; pero si se produce un vacío de poder en la ciudad, entonces entraremos', dijo Abdulá. Cuando, tras la salida de los soviéticos, los muyahidin tomaron Kabul, la capital de Afganistán se vio sumida en el caos. Y ésa es una experiencia que los estadounidenses no quieren que se produzca de nuevo. Pakistán tampoco quiere que la Alianza gane demasiado poder en poco tiempo. Ahora, el problema está en saber hasta qué punto los guerrilleros seguirán los consejos de Bush o si, fortalecidos por las victorias de los últimos días, deciden seguir su camino sin que les importe lo más mínimo lo que diga EE UU. Pero, dada la asistencia militar, política, humanitaria y logística que necesitan para su futuro inmediato es muy improbable que decidan atacar Kabul sin la luz verde de Washington.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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