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DESAPARECE EL CREADOR DEL DESASOSIEGO

Muere Oteiza, el gran poeta de la escultura

El artista, fallecido ayer en San Sebastián a los 94 años, fue un enérgico agitador de la cultura vasca

Maribel Marín Yarza

Jorge Oteiza, uno de los grandes escultores del siglo XX, el artesano del vacío, el hombre que moldeó el espacio a su antojo, murió a las 7.15 de ayer en San Sebastián. Llevaba más de dos meses en la Policlínica de Guipúzcoa, el mismo centro en el que murió Eduardo Chillida. El pasado 30 de enero había ingresado por una neumonía. "Antonio, estoy acostado con la muerte", le dijo hace unos días a su hermano. Era consciente de que se le escapaba la vida y luchó hasta el final. Pero ayer murió sin saberlo. Hacía cuatro días que había entrado en un estado de ensoñación, según su médico, Gabriel Zubillaga.

La noticia de su muerte no sorprendió a nadie, pero no por eso causó menos dolor. "Con él se va un trozo fundamental de nuestra historia", dijo el escultor Ricardo Ugarte. Resumía así el sentir de la sociedad vasca. "Hemos tenido la desgracia de perderlo", lamentó la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, en el Senado, "pero hemos tenido también la fortuna de que haya vivido casi un siglo".

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Oteiza -que será enterrado hoy junto a su mujer, Itziar, en el cementerio de Alzuza (Navarra), tras el funeral de cuerpo presente en Egüés- murió rodeado de su familia, que recibió ayer el cariño de multitud de personalidades de la sociedad y la cultura vascas. Entre ellos, el lehendakari, Juan José Ibarretxe, y el artista Agustín Ibarrola, quien destacó en un comunicado que nadie puede apropiarse de la muerte del escultor. Su obra, apuntó, "constituye un patrimonio que está por encima de las vicisitudes del nacionalismo y no puede ser arrastrada en su suerte o en su desgracia". Ayer lo fue, a tenor de la riada de gente que arrastró primero hasta la Policlínica y después hasta el Palacio de la Música de Zarautz -localidad en la que residía-, donde fue instalada su capilla ardiente. Los Reyes enviaron un telegrama de pésame a Pilar Oteiza, sobrina del fallecido.

El escultor, premio Príncipe de Asturias de las Artes y medalla de Bellas Artes, deja como herencia una fecunda y visionaria trayectoria artística. Y eso que su incursión en el mundo de la creación fue tardía. En 1927, cuando estudiaba Medicina en Madrid, se interesó por la arquitectura, pero un año más tarde plasmaba ya en piezas escultóricas su decisión por dar un nuevo rumbo a su vida. Abandonó sus estudios, se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios y comenzó una trayectoria que le llevó en 1935 a Argentina y a varios países latinoamericanos.

No dejó allí terreno por explorar: participó en Santiago de Chile en la creación del teatro político experimental, mientras mantenía contactos con el Frente Popular; estudió la estatuaria megalítica americana, se empapó de las vanguardias, realizó sus primeras esculturas vaciadas, fue profesor de la Escuela Nacional de Cerámica de Buenos Aires... Y se casó con el amor de su vida, Itziar.

En 1948, regresó a Bilbao con su perfil artístico ya definido, se encontró con un páramo cultural y luchó por revitalizar y cohesionar el mundo artístico vasco. "Cuando llegué a Bilbao, pregunté por Blas de Otero, por los artistas. Cada uno estaba por su lado. Procuré que se conocieran, hacerles ver que solos no eran nadie".

Oteiza continuó con su proceso de desocupación del espacio en las esculturas. En eso estaba cuando en 1950 se le adjudicó la estatuaria para la basílica de Aranzazu (Oñati). La creación de los apóstoles se prolongó más de 15 años porque la Comisión Pontificia paralizó las obras en 1954, por juzgarlas una profanación. Se reanudaron a instancias del papa Pablo VI en 1968.

Para entonces, Oteiza ya había tenido éxito internacional. En 1957, ganó el Primer Premio de Escultura de la Bienal de São Paulo, en Brasil, con su Propósito Experimental. "Y finalizo con mi Ley de Cambios, mi experimentación en escultura, con escultura vacía, con un vacío conclusivo que relaciono con la naturaleza estética de nuestro crómlech microlítico vasco", dijo entonces. Pero aún no había culminado su proceso de investigación. Le quedaban dos años hasta depurarlo formalmente, renunciar a la escultura, a la que retornó años después con su laboratorio de tizas, y volcarse en la poesía. "Noté que de mis esculturas salían palabras", explicó.

El autor inició entonces una intensa actividad artística en otros terrenos. Pudo satisfacer su vocación arquitectónica con la presentación de diversos proyectos junto a Sáenz de Oiza y Fullaondo, entre otros. Impulsó los movimientos de vanguardia con la creación de los grupos Gaur, Emen, Danok y Orain, publicó el Quosque tandem...!, Ensayo de interpretación estética del alma vasca, que influyó decisivamente en la sociedad de aquellos años... "¡Cómo voy a perder el tiempo metiéndome en los museos!", proclamó a los 90 años. "Bastante museo tengo dentro de mí (...). Mi vida en su aspecto intelectual, artístico, creador, y todo eso es un estorbo que tiene uno".

Activista

Por entonces, asomó el Oteiza activista; el que primero se identificó con la estética etarra de los inicios y luego diseñó el primer cartel contra la organización terrorista tras el asesinato de Yoyes, el que denunció la "ineptitud" cultural del Gobierno vasco y con los años optó por dejar su legado a Navarra, donde ha levantado su fundación (Alzuza), no sin problemas.

La trayectoria de Oteiza ha estado condicionada por su personaje rebelde. Ha arremetido contra instituciones, contra otros artistas. "Ahí está el anagrama del váter", dijo una vez al observar una obra de Chillida. Durante años, fueron rivales. Sólo cuando se aproximaban al final de sus vidas, el 15 de diciembre de 1997, sellaron la paz con un abrazo.

Por despreciar, Oteiza despreció incluso los premios. Y el circuito comercial del que depende la supervivencia de todo artista. "No quiero triunfar para no ensuciar mi currículo". Hasta que al final de su vida, cuando San Sebastián ha elevado su arte a la misma categoría del de Chillida -con la colocación de una escultura en el paseo Nuevo-, se ha rendido. La Marlborough financia la fabricación de esculturas a escala monumental y prepara exposiciones en Estados Unidos (en la galería Haim Chanin Fine Arts de Nueva York se exhiben hasta el 31 de mayo nueve esculturas en hierro de los años 50, dos en alabastro de 1972 y collages de los 40), ahora que todas las instituciones quieren tener su oteiza. Él seguía negándolo. "No sé nada, no he dicho que se haga. Yo he fallecido hace tiempo", dijo hace meses.

Jorge Oteiza, en 1986.
Jorge Oteiza, en 1986.LUIS ALBERTO GARCÍA
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