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LA CRISIS DE UN DIARIO

El director de 'The New York Times' dimite por las mentiras de un reportero

Howell Raines y su adjunto asumen la responsabilidad por el escándalo de Jayson Blair

Enric González

La crisis de The New York Times, el periódico más prestigioso del mundo, desembocó ayer en la dimisión de su director, Howell Raines, y de su director adjunto, Gerald Boyd. Ambos renunciaron a sus cargos y asumieron la responsabilidad por los fraudes periodísticos que cometió el reportero Jayson Blair. En el caso de Raines, sin embargo, no sólo pesó el caso Blair. Su estilo arrogante y autocrático y los cambios que impulsó suscitaron el rechazo de la redacción, que daba por segura su caída desde el día en que estalló el escándalo. "Se me rompe el corazón", declaró el editor, Arthur Sulzberger Jr., al anunciarse las dimisiones. El hombre que precedió a Raines como director, Joseph Lelyveld, ya jubilado, se encargará temporalmente de regir el Times.

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Los periodistas de The New York Times sentían ayer una enorme tristeza y una honda sensación de vértigo. Hacía menos de dos años que Sulzberger había nombrado a Raines, haciendo una apuesta personal por un hombre que no era popular ni querido pero que, como él, quería transformar el diario, fundado en 1851, en un producto más inmediato y ágil, apoyado en la edición electrónica y en un canal de televisión.

Sulzberger había presentado al nuevo director en septiembre de 2001, desde el mismo lugar de la redacción, en la tercera planta del viejo caserón de Times Square, en que ayer se despidió Howell Raines. En ese mismo lugar, hace poco más de un año, se celebró un éxito extraordinario: siete de los 14 premios Pulitzer de 2001 fueron para el Times.

Bajo el mandato de Raines ocurrieron los atentados del 11-S, las misteriosas muertes por ántrax, las guerras de Afganistán e Irak y el desastre de la nave espacial Columbia. Fue una era breve e intensa que llevó al Times a lo más alto del éxito y a un desprestigio sin precedentes.

Cuando se descubrieron los fraudes de Jayson Blair, el pasado 1 de mayo -día en que el reportero fue despedido-, Raines creó una comisión investigadora cuyas conclusiones se publicaron en el periódico 11 días después. Aquella fue una biopsia insólita, de cuatro páginas enteras, que no sólo reveló a los lectores las malas artes de Blair, sino las graves disfunciones de una redacción compuesta por casi 1.100 personas convencidas, en su gran mayoría, de que The New York Times era el gran templo del periodismo contemporáneo.

La experiencia fue traumática. Gran parte de los redactores, sin embargo, la consideraron excesiva. Para ellos, la única forma de reconstruir el prestigio del Times pasaba por un cambio de dirección. Si algo quedaba claro en las cuatro páginas era que las reformas de Raines habían permitido que medrara alguien como Jayson Blair.

Sulzberger y Raines convocaron a los redactores a una asamblea general, celebrada el 14 de mayo en un teatro neoyorquino. Raines ofreció públicamente su dimisión a Sulzberger, quien no la aceptó. Luego realizó una confesión: "Sé que me consideráis inaccesible y arrogante, sé que pensáis que la redacción es demasiado jerárquica, que mis ideas se aplican y las de otros se ignoran". Sulzberger y Raines esperaban que esa sesión catártica tranquilizara los ánimos.

Pero la investigación interna descubrió otras irregularidades. El reportero Rick Bragg, ganador de un Pulitzer y gran amigo de Raines, se vio obligado a dimitir el pasado día 28 por firmar a solas una información elaborada en su mayor parte por otro miembro del periódico. Y la autoridad del director siguió resquebrajándose. La imagen del diario y la cotización en bolsa de The New York Times Company estaban en peligro.

"Este ha sido un periodo difícil", dijo ayer Raines, ante un amplio grupo de redactores. "Cuando estalle una noticia, corred hacia ella como diablos". Esa fue su despedida.

Arthur Sulzberger Jr. (a la izquierda) , Howell Raines (centro) y Gerald Boyd, camino de la asamblea del 14 de mayo.
Arthur Sulzberger Jr. (a la izquierda) , Howell Raines (centro) y Gerald Boyd, camino de la asamblea del 14 de mayo.AP

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