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Tribuna
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La omertá del humo

La mafia del cigarro y sus columnistas acólitos insisten en que ejercer de ciudadano consiste en ser chivato y delator. Estos matones pretenden aplicarnos que la omertá o el silencio mafioso, el código del abusón de patio de colegio que pega palizas al empollón con gafitas y sale impune. Al imperio de la ley aprobada en un parlamento, esta mafia opone el ominoso silencio siciliano. En la Cosa Nostra, la ruptura de este juramento se castiga con la muerte. Triste paradoja. En España, si cedemos a esta intimidación la consecuencia sería de miles de muertos y de nuestra libertad personal. Así que no se corte: denuncie si ve sus derechos pisados para enviar a esta mafia de vuelta a la caverna.

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Si ejercer de ciudadanos es ser delatores, ¿tiene sentido pedir la colaboración contra ETA?; ¿es un chivato el que toma la matrícula de un coche cuando atropella a un peatón?; ¿se debe denunciar al que roba y pega una paliza a una anciana? Solo a la mafia le interesa nuestro silencio, solo un sector retrógrado e involucionista puede pedirnos que aparquemos los derechos a un lado.

A pesar de que muchos articulistas mediocres y la terna de Intereconomía se lanzaron como rapaces sobre la palabra delator, tanto unos como otros se aferran a esta etiqueta para enmascarar un interés ideológico en que la ley fracase. Por supuesto, no se han molestado siquiera en estudiar cómo funciona el proceso de denuncia. Los ciudadanos pueden presentar una denuncia a las fuerzas de seguridad, o en la Consejería de Salud de su comunidad, o incluso en Correos, pero siempre acreditada con su DNI. Esta denuncia no tiene nada de delación, sino que permite a unos organismos sobrecargados atender violaciones flagrantes de nuestros derechos. Asimismo, no está de más velar por la seguridad de quien denuncia al mantener ese dato de forma confidencial, pues ya sabemos, por la paliza que recibió ese hostelero extremeño, cómo las gastan algunos fumadores. Personalmente, más de una vez temí por mi integridad física al reclamar el cumplimiento de la ley.

Durante estos cinco años de ley del tabaco, su aplicación en todos los ámbitos y en la hostelería en particular ha disfrutado de una moratoria de facto, con denuncias misteriosamente perdidas, agencias antidroga de chiste y consejerías de Salud saltándose la ley al no informarnos del estado de las denuncias presentadas. Por eso, denunciar siempre ha sido un esfuerzo con nombre y apellidos con un único objetivo: reclamar nuestros pisoteados derechos, corregir abusos. Por el tamaño, recursos y acceso mediático de los infractores, nos hemos sentido quijotes contra molinos y David contra Goliat.

Hemos visto funcionarios del Juzgado de Ronda marginados por pedir que se cumpliera la ley en el trabajo, trabajadores despedidos, trabajadores socios de nofumadores.org que no se atreven a denunciar la situación en su oficina por miedo a perder el empleo, estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) presentando 105 denuncias con nombre y apellidos que acabaron en la basura. Hospitales y hasta centrales sindicales en los que se fumaba. Para más inri, todos los casos mencionados tenían que ver con lugares donde, supuestamente, la ley se cumplía sin problemas.

Si entramos a hablar de la hostelería hablamos de un fraude continuado, hecho a conciencia y que solo perjudicó a quienes cumplieron escrupulosamente la ley. Los infractores generalmente se fueron de rositas, El escaso calado intelectual de este argumento salta a la vista a quien tenga un concepto de libertad que no acaba en la punta de los dedos con la que sujeta un cigarro.

Por desgracia, apegarse a los hechos no es algo que concierna en demasía a quienes desde el principio del debate obviaron los sólidos argumentos de salud y de libertad ciudadana para aferrarse a un privilegio, el de ahumar a los demás, por fortuna hoy desaparecido, con mortíferas consecuencias. Por eso, quien vea atropellados sus derechos, que denuncie y luche por ellos. No se corte, que las libertades no las regalan y usted está disfrutando ahora de una ciudadanía plena sin sufrir el humo maleducado de otros. No estamos en Sicilia y esa omertá que tratan de imponer es la del miedo a ser libres.

Ubaldo Cuadrado García de Arboleya es portavoz y coordinador andaluz de Nofumadores.org

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