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Tribuna
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¿Quién avala?

Andrés Ortega

Algunas personas con criterio han llamado la atención sobre el hecho de que gran parte de la prensa europea, y entre ella EL PAÍS, en sus editoriales o comentarios firmados han criticado un día que EE UU haya atacado a Irak sin razón suficiente y sin aval del Consejo de Seguridad de la ONU, y que al día siguiente pedido una intervención en Kosovo de la OTAN, aunque sea sin tal aval. Evidentemente, esta cuestión plantea un problema, ya tratado en otras ocasiones. La propia OTAN lo está viviendo en la elaboración de su Nuevo Concepto Estratégico que debe estar listo para la gran Cumbre de abril en Washington de su 50º aniversario.La Carta de las Naciones Unidas, esa especie de Constitución mundial pese a sus manifiestas carencias, contempla la legitimidad del uso de la fuerza en dos supuestos básicos: autodefensa, individual o colectiva, frente a un ataque, o acciones con aval expreso de una resolución del Consejo de Seguridad. Durante gran parte de la Guerra Fría -salvo en la guerra de Corea, en que EE UU aprovechó una ausencia del representante ruso (lo que no volvió a ocurrir después) para aprobar la intervención estadounidense disfrazada de internacional-, el Consejo de Seguridad vivió, en gran parte, paralizado en estos asuntos. Con el fin de ese enfrentamiento, se recuperó y vivió su punto álgido con la guerra del Golfo en 1991, legitimando la operación militar de la coalición internacional liderada por EE UU para liberar Kuwait, o, posteriormente, la operación en Bosnia. La ONU, sin embargo, ha ido perdiendo capacidad para dirigir operaciones militares, ya sean de pacificación o de mantenimiento de la paz. El escándalo del uso para fines de espionaje de la comisión de control de armamentos sobre Irak, la Unscom, puede contribuir aque el Consejo de Seguridad, y la propia ONU pese al coraje de Kofi Annan, pierdan influencia y capacidad.

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El Consejo de Seguridad no es un ejemplo de democracia, pues, entre otras cosas, sus cinco miembros permanentes tienen derecho de veto, y la reforma de esta institución es harto difícil. Sin embargo, no disponemos de otra cosa, aunque es cada vez más claro que Estados Unidos no quiere que sus decisiones se vean sometidas a un veto ruso -Moscú se está alejando de nuevo de Occidente-, chino o francés. Washington pretende utilizar el Consejo de Seguridad cuando le viene bien, y cuando no, ignorarlo. Incluso así, la posición de EE UU ganaría mucho si actuara en marcos multilaterales, en vez de unilaterales (condición que no modifica el apéndice británico en el ataque a Irak). En esta materia hay un enfrentamiento serio entre EE UU y Europa, al menos en lo que a Francia y al nuevo Gobierno alemán se refiere. Mas a la vez se está abriendo camino ese derecho o deber de intervención por razones humanitarias en lo que crecientemente son, no ya conflictos entre Estados sino en el seno de los Estados. En tales condiciones, y ante la violación de los más básicos derechos humanos, la intervención no va a poder depender de un veto.

Al cabo, habrá que juzgar y decidir caso por caso. Ningún responsable político quiere apoyar una doctrina sin conocer antes la práctica. El caso de Irak es diferente del de Kosovo, donde la violencia vuelve a aumentar. Con autorización del Consejo de Seguridad, se están desplegando en Kosovo 2.000 observadores de la OSCE, desarmados, para controlar lo acordado entre las diversas partes. En las proximidades, en Macedonia, la OTAN, está poniendo en pie, bajo mando francés, lo que llama una "fuerza de extracción" compuesta por 1.700 hombres y mujeres, y la posibilidad de 3.000 más de apoyo, que intervendría, en situaciones de emergencia, para proteger o sacar a los observadores en caso de problemas menores (como accidentes o enfermedades);casos situaciones más difíciles (como una toma de rehenes); o violencia abierta contra ellos, lo cual podría equivaler a una intervención en toda la regla en el interior de otro Estado. Se entendería.

aortega@elpais.es

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