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Zaragoza-Banyoles, viaje a la mutilación genital

El líder de la comunidad gambiana en Aragón denuncia cómo se mutila el clítoris a niñas subsaharianas en España

José María Irujo

El parto de la joven gambiana ingresada el pasado lunes en el hospital Clínico de Zaragoza fue complicado y dífícil. Hagie, su esposo, de 27 años, inmigrante subsahariano, no ocultó al ginecólogo sus intenciones: 'Si es niño, le haremos la circuncisión. Si es niña, la ablación. He visto en la televisión que aquí está mal, pero es nuestra tradición'. El bebé es un precioso niño que pesó tres kilos.

Hagie llegó hace tres años a Zaragoza desde Gambia, un país africano de 1,2 millones de habitantes, donde más del 90% de las mujeres sufren la mutilación genital. En su largo periplo pasó por Túnez, Alemania y Francia hasta recalar en la capital aragonesa, donde ha encontrado trabajo en una fábrica y se ha estrenado como padre. Su esposa, de 22 años, es hija de su padrino. El matrimonio, al igual que la mayoría de enlaces en aquel país africano, fue de conveniencia.

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Sentado en el salón de su casa, un modesto piso en el barrio zaragozano de Las Delicias -uno de los feudos de la comunidad gambiana-, Hagie sostiene un teléfono móvil en cada mano. ¿Qué opina tu mujer de la mutilación genital femenina? 'Ella no puede hablar de este tema. Es algo muy íntimo. Esta semana lo discutiremos los hombres durante una reunión en la mezquita'.

Hagie y el resto de la comunidad de gambianos que residen en la capital aragonesa -más de 1.000, aunque sólo están empadronados 453- tienen una cita este fin de semana en un sencillo local habilitado como mezquita en la calle de Domingo Ram, en Las Delicias. Allí acuden los hombres a rezar sus oraciones. El descubrimiento en los centros de salud de este barrio obrero de seis casos de ablación a niñas gambianas y la investigación iniciada por la fiscalía han puesto a esta comunidad en estado de alerta.

Ibrahim Jawara, de 34 años, líder del grupo gambiano, ha impulsado la convocatoria y asegura que tomará el micrófono y pedirá a los hombres que impidan la mutilación genital de sus hijas y respeten las leyes españolas. Sentado en la cafetería del hotel Las Delicias y con un cigarrillo rubio en la mano dice: 'Creo que podemos dejarlo y adaptarnos a las costumbres de aquí. La ley de España es la que manda. No podemos aplicar en Aragón las leyes de Gambia. Si son cabezotas acabarán en la cárcel', augura.

Ibrahim, que trabaja de alguacil en un pueblo próximo a Zaragoza, es padre de tres niñas, de seis, tres y un año de edad. La primera sufrió la mutilación del clítoris en el denominado 'viaje de vacaciones' a su país de origen . Los otras dos, nacidas en España, todavía no. 'A la mayor se lo hicieron allí en un viaje de vuelta y sin que yo me enterara. Las madres de tu mujer te siguen, te observan y si te descuidas se lo hacen a tus hijas. Yo me descuidé. Cogieron a la niña y se lo hicieron', se excusa.

El líder gambiano residió en Cataluña antes de instalarse en Aragón y reconoce sin tapujos que la mutilación del clítoris se practica en España. 'Hay gente que lo ha hecho aquí. En 1998 tuve que ir desde Zaragoza hasta Banyoles porque me enteré de que una mujer gambiana lo estaba practicando en su domicilio particular. Cobraba 15.000 pesetas por cada niña. ¡Vale más que lo dejes!, le dije. ¡Si te descubren, te van a meter en la cárcel y acabarás saliendo en la televisión! ¡Si por lo menos cobraras un millón! ¿Te merece la pena por 15.000 pesetas? Yo no lo veo bien. ¿Tú cómo lo ves?, le pregunté varias veces'.

Ibrahim sigue su relato: 'Me respondió que era tradición en su familia. Que había heredado la costumbre de su madre y no lo hacía como negocio ¡A partir de hoy, no lo hagas, porque vas a perjudicar la imagen de la comunidad!, le dije. Me prometió que pararía y dio las gracias por advertirle'.

La curandera era una mujer gambiana casada, con hijos y residía en Banyoles, localidad gerundense de 15.000 habitantes. Las mutilaciones se hacían clandestinamente en su domicilio y sin ninguna garantía sanitaria. Ibrahim declina facilitar su nombre. ¿Está seguro de que dejó de hacerlo? 'Eso espero, aunque no lo sé con total seguridad', responde.

El inmigrante subsahariano reconoce lo que hasta ahora era una sospecha: que la autopista y el tren desde Zaragoza hasta diversas localidades catalanas donde se asienta una importante comunidad de subsaharianos han conducido a decenas de niñas inmigrantes hasta las manos de las curanderas, que les mutilaron el clítoris, una costumbre que se practica en 28 países de África y de la que en España se han descubierto 35 casos, la mayoría en la zona catalana del Maresme.

Ibrahim responde: 'Esta mujer debió hacer muchas, porque en Banyoles había montones de niñas. Además, durante el fin de semana, la gente de Gambia y otros países que residían en Zaragoza iban hasta allí y volvían con las niñas operadas. Unos iban en tren, y otros, en coche'.

La pediatra María Jesús Cabañas, del centro de salud Delicias Sur, ha visto tres casos. Uno llamativo, porque se sospecha que la mutilación se hizo en España. 'La niña, de cuatro años, nació aquí y estaba perfectamente. La sorpresa ha sido comprobar poco después que ya estaba mutilada'.

La fiscalía investiga si se hizo en Zaragoza e Ibrahim especula: 'Los que vivían en Cataluña, ahora han venido aquí. Es la misma gente y están trayendo el problema. En 1990 éramos sólo tres gambianos y vivíamos en la calle de Graus. Hoy somos 1.000. No tengo pruebas de que se haga en Zaragoza, pero nunca se sabe...'.

Ibrahim es algo escéptico sobre los resultados de la convocatoria en la mezquita. 'No sé cómo responderán. Lo tienen metido en la cabeza. Allí es más que una costumbre, es una obligación. Dejarlo por completo no va a ser fácil. Cuando vuelves de vacaciones, tu familia piensa: '¡Mira, éste se ha ido a Europa y ha cambiado de forma de pensar!'.

¿Qué les va a decir a sus compatriotas? 'Cogeré el micrófono y les diré que si les pillan en España será su problema. Si lo hacen fuera es otra cosa, porque por lo menos no nos traen el problema', responde el representante de los gambianos en Aragón

Ibrahim ignora las iniciativas parlamentarias de los últimos días. El PSOE, en la línea de algunos jueces y fiscales, ha presentado una proposición no de ley en la que pide que se persigan en España los casos de ablación cometidos en el extranjero. Convergència i Unió solicita al Gobierno la expulsión de los inmigrantes que la practiquen dentro o fuera de España.

En el casco viejo de Zaragoza y en los barrios de Las Delicias, Las Fuentes y San José, la comunidad de inmigrantes subsaharianos echa raíces cada día más profundas. Son matrimonios jóvenes y la mayoría trabaja en la construcción, el campo o el servicio doméstico. Los más afortunados han abierto bares, peluquerías, locutorios y tiendas de golosinas y alimentación.

Eva, que regenta uno de estos ultramarinos, declina hablar de la mutilación genital. 'No puedo sin permiso de mi marido', se excusa. Otras cuatro mujeres africanas sonríen con timidez y rechazan hablar de su experiencia. Sólo una joven senegalesa de 19 años que sale de un locutorio acepta el envite. 'Me caso el año que viene y se lo haré a mis hijas', dice en español. Corta la conversación y se aleja por las estrechas calles del casco viejo.

La iniciativa de Ibrahim contra la ablación es pionera. Ignora cuántos acudirán al templo musulmán del barrio de Las Delicias y atenderán su consejo. 'No vendrán todos. De los que acudan, algunos lo seguirán haciendo. Siempre hay alguno que se escapa', aventura el líder gambiano.

En los centros de salud de Las Delicias, San Pablo y Universitas, que atienden a inmigrantes, las pediatras siguen alerta y temen que la investigación judicial ahuyente a las subsaharianas. 'Nos ha costado mucho conseguir que acudan', advierte la doctora Cabañas.

Una niña africana vende flores en una tienda de Zaragoza.
Una niña africana vende flores en una tienda de Zaragoza.JULIO E. FOSTER

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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